Es «curioso» (por decir lo menos) ver que por enésima vez las «izquierdas» (así, en plural y entre comillas) van separadas en los comicios presidenciales. Y ya no se ven diferencias ideológicas de fondo en cuanto a táctica y estrategia y menos aún sobre posicionamientos respecto del poder y la revolución, sino que dejan aflorar amagos de ambición y frío calculo electorero o alianzas interesadas e inconsecuencia teórica.
En aspectos cruciales de forma y fondo en el quehacer político se acercan muchísimo a la derecha más rancia y recalcitrante (¿convertirse en lo que juraron destruir?). Y no es que nos interese algún purismo principista o las vaguedades abstractas del correctismo sectario e intrascendente, pero al menos se espera cierto equilibrio entre lo programático y lo concreto.
Cierto es que en política nada es blanco y negro, y que es menester saber leer la escala de grises, pero tampoco es dable levantar consignas populistas cuando por debajo se deja que la pauta la marque la Confiep o los apetitos de los propios (eternos) jerarcas izquierdosos y populacheros empecinados en la repartija antes que la transformación social.
Foto: El Comercio