Macartismo popular en crecimiento

Un fenómeno que se fortalece a diario es el del macartismo popular. Es decir, sectores sociales (interclasistas) repitiendo una monserga reaccionaria contra todo lo que les parece «diferente». Ya no solo está el Estado y sus instituciones armadas para reprimir, sino que cierta ciudadanía cumple cabalmente el papel más miserable de denunciar o acosar al del costado.

Adjetivos como «terruco», «rojete», «caviar», «progre», «zurdo», «delincuente», «socialconfuso», «cojudigno», «lapicito», etc., se oyen o leen a diario, ya no solo desde las cloacas parlamentarias de ultraderecha o sus monigotes mediáticos (seudocomunicadores), sino desde personas de a pie que han interiorizado el discurso elitista contra los suyos.

Aquí ha calado mucho el factor sociocultural con énfasis emocional respecto al desprecio del otro. Desde la narrativa neoliberal (que jura que Fujimori «venció al terrorismo») se manipula la propia historia para enfrentar a los de abajo creando falsas dicotomías o polarizaciones funcionales a los intereses de la minoría dominante.

Por supuesto que la propia izquierda (en todas sus variantes) tiene tremenda responsabilidad en la visible derrota cultural que hoy padece. Desde errores, horrores, tropiezos y retrocesos, han sido diversos factores que desde nuestro campo han contribuido al estado actual de las cosas. Hoy el debate público es caldo de cultivo del más rancio fascismo que se regodea de la crisis en ciernes.

Urge reestructurarlo todo. Es necesario revitalizar un discurso-práctica que entienda el nuevo mapa y tejido social para dar respuestas concretas a las arremetidas del modelo económico y sus defensores políticos. La lucha se da a todo nivel y esto implica la autoformación teórica como punto medular para contrarrestar las mentiras de la ultraderecha que encima pretende venderlas como «verdad contra la agenda progre».

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