El fascismo que creíamos muerto

Esta foto de López Aliaga con los reservistas del Frente Patriótico (de Antauro Humala y Virgilio Acuña) puede ser —salvando tiempos y contextos históricos— una analogía moderna de lo que el Perú vivió en la década del 30: la proliferación de dos tipos de fascismos nacionales. Uno, de raigambre aristocrática y elitista; y el otro, de extracción popular y populista.

El primer caso de fascismo estuvo representado por intelectuales de la alta burguesía como José de la Riva-Agüero, Raúl Ferrero Rebagliati, Víctor Andrés Belaunde, Felipe Sassone o Carlos Miró Quesada Laos, quien además mantenía nexos con el otro fascismo local encarnado en la Unión Revolucionaria de Luis Sánchez Cerro, Luis A. Flores, Cirilo Ortega, Yolanda Cocco, etc.

López Aliaga sería como el rostro de ese viejo fascismo oligárquico, ultracatólico, elitista y reaccionario, mientras que los reservistas (antauristas) serían el símil de los «camisas negras» urristas que se extasiaban con militarismos caudillistas, xenofobias trasnochadas, discursos «antistablishment» y «revolucionarismos» patrioteros. Ambas corrientes tuvieron sus públicos cautivos diferenciados (burguesía terrateniente por un lado y pueblo descontento por el otro) pero comulgaban en la misma fe anticomunista y antiliberal, imperialista y guerrerista.

Claro que hoy la ultraderecha peruana no goza de intelectuales connotados ni partidos de masas uniformizados, pero se las arregla para tensionar la «democracia» peruana abarcando espectros políticos aparentemente distantes y amorfos pero unidos por un voluntarismo reaccionario y ciertamente peligroso.

El fascismo en campaña

Las recientes declaraciones del candidato Rafael López Aliaga sobre el pedido de eutanasia de Ana Estrada se inscribe en la línea vomitiba de su pensamiento político: fascismo.

El desprecio por la vida, la hipocresía vergonzante, la saña cobarde contra lo diferente, la misoginia y el elitismo despectivo, son rasgos morales definidos en el perfil fascista que hoy encarna López Aliaga. Su trayectoria política y su (de)formación ideológica moldeados por un falangismo recalcitrante y un oscurantismo ultraconservador son heredados de lo más hediondo y criminal del franquismo español y su impacto colonial en países como el nuestro.

Es claro que dentro del abanico de la rancia derecha peruana, López Aliaga representa un paso más allá. Más beligerante que la propia derecha neoliberal y tecnocrática de De Soto o que la derecha populista y mafiosa de Fujimori (por compararlo con las otras dos cabezas del mismo monstruo ultraderechista local). Lo suyo es un proyecto abiertamente reaccionario, anticomunista, antirracional y demencial.

Y ahora que el Jurado Electoral Especial – Lima Centro 1 excluyó su candidatura presidencial por presuntamente vulnerar la norma sobre propaganda electoral (aunque podrá apelar ante el Jurado Nacional de Elecciones), vendrá una avalancha de victimización por parte de sus hordas fascistizantes que ya se apuran en decir que esto es «culpa de Soros», del «nuevo orden mundial», del «lobby gay y caviar», del «complot comunista», de la «izquierda delincuencial», del «marxismo cultural y la ideología de género», de la «dictadura lgtbiq+» y demás disparates estupidizantes.

Y ya sabemos que en política (y aún más en épocas electorales), la victimización mediática rinde sus frutos. Advertidos estamos.