¿Unidad de izquierdas? ¿Dónde? ¿Cuándo?

La unidad de las izquierdas en Perú es una quimera. Y conforme avanzan los años, pasa de utopía a pesadilla. Ahora hay una desesperación evidente por exigir renuncias en beneficio de proyectos «con más posibilidades». Esto desde un aspecto formal y superficial puede ser «positivo» o «táctico», pero si se analizan las cosas desde un ángulo más estratégico se desnudan serias falencias y pragmatismos que agrietan más las cosas.

La historia enseña que las alianzas deben darse antes de iniciado un proceso sociopolítico o que si forja una posible unidad en plena marcha, pues debe darse sobre criterios igualitarios y viables para todas las partes ante el enemigo común. Y aquí es donde desde Perú Libre y Frente Amplio muestran serias reticencias para bajar sus banderas y levantar las de Juntos por el Perú.

Hay capital humano y esfuerzo militante en cada lado que no pueden cuantificarse como simples cifras porcentuales de sumas y restas. Hay enormes recelos, desconfianzas, brechas, discrepancias y rupturas entre las partes (que no pueden soldarse sobre la base de proselitismos coyunturales). Y, lamentablemente, mientras más se acerca el 11 de abril, todo llamamiento de «unidad» puede ser visto como aprovechamiento oportunista o intransigencia caudillista.

Lo cierto es el debilitamiento de estas izquierdas formales (electorales y cortoplacistas) que en conjunto se alejan del conglomerado derechista que hace cálculos para una segunda vuelta. Una vez más, los errores y limitaciones vendrían desde adentro de las propias izquierdas que pululan entre discursos propios y desconectados del vaivén complejo del populacho que se decanta por populismos de ultraderecha al verse huérfanos de paradigmas orgánicos izquierdistas (de masas) reales de cambio social.