Cuestión de confianza y pugna de poderes

Un botón más de muestra de la pugna de poderes (Ejecutivo vs Legislativo) en Perú. Ahora, el primer Ministro, Aníbal Torres, pide cuestión de confianza al Parlamento para la derogatoria de la Ley 31399 (aprobada en enero y que reafirma que toda iniciativa de reforma constitucional que se someta a referéndum debe pasar previamente por el Congreso), dejando en shock al bando golpista en ese recinto político.

Y al instante, los esbirros de la prensa corporativa entrevistan a voceros de la (ultra)derecha para decir que tal pedido de confianza es una simple, aunque astuta, jugada de Castillo para contrarrestar el ataque de la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales que admitió la denuncia de la Fiscal de la Nación (que pinta como inconstitucional). Desde la oposición dicen que el ministro Torres incurre en un «imposible jurídico» y que el Ejecutivo está iniciando el proceso de cierre del Congreso.

Luego, estos mismos noticieros reaccionarios hablan de un «afán de golpe de Estado» por parte de Castillo (y lo comparan, por enésima vez, con Hugo Chávez y Evo Morales) para «usar el referéndum y perpetuarse en el poder». Esto es cinismo puro y duro, sabiendo que es más que evidente la agenda golpista de la ultraderecha peruana (Congreso, prensa, Fiscalía de la Nación, empresariado, etc.) para retomar el poder del Estado y el control absoluto del país (que lo tuvieron desde los inicios de la república).

El trasfondo inmediato de la oligarquía peruana es cortar cualquier posibilidad de avance social hacia una ruta que desemboque en una Asamblea Constituyente. Y el enfoque a mediano plazo es la desarticulación a cualquier nuevo intento de reagrupamiento popular desde la izquierda para quebrar el rumbo de la historia nacional. Y el gobierno en ese sentido contribuye, directa o indirectamente, con quienes cree que son sus enemigos políticos.

Foto: Huaral.pe

Las sombras del tucán

Ha muerto Luis Bedoya Reyes, fundador e histórico líder del Partido Popular Cristiano (PPC), y ya se alistan las grandes remebranzas y los homenajes póstumos al viejo defensor de la oligarquía reaccionaria.

Pero no olvidemos que el mismo «demócrata y cristiano» Bedoya fue asesor legal de la fábrica textil Industrial Cromotex S.A., que en 1979 fue escenario de una importante huelga en la que los obreros se enfrentaron a la tiranía de la patronal, tomando su centro de trabajo y resistiendo, aún a costa de sus vidas. El propietario de Cromotex, Antonio Mussiris engordaba sus arcas con el sudor y lágrimas proletarias, tratando de descabezar el sindicato en alianza con la dictadura militar de Morales Bermúdez.

Y fueron Bedoya Reyes y Mussiris quienes exigieron la intervención armada para masacrar a los huelguistas antes que estos tomen la fábrica para control obrero. Fue así que policías y matones contratados por la empresa, iniciaron la represión y desalojo.

Murieron los obreros Marcelino Castro, Silvio Jiménez e Inocencio Paco. Los demás trabajadores resistieron hasta ser doblegados. Uno de los obreros seriamente heridos fue Hemigidio Huerta, quien en pleno traslado policial le dijo a Néstor Cerpa: «Toma mi sangre y escribe para que el pueblo sepa que nos están llevando presos». Huerta muere a los pocos días. Los trabajadores Máximo Montoya y Máximo Lara también fallecieron por las heridas recibidas durante la represión. El saldo final fue de seis obreros muertos.

Los trabajadores de Cromotex, encarcelados u hospitalizados, continuaron la lucha con huelgas de hambre y defensa judicial de sus intereses, sin desmayar un instante hasta conseguir la excarcelación de sus compañeros. Los familiares también se organizaron mediante ollas comunes para resistir la presión económica de la desocupación.

Sobre esa sangre y ese sufrimiento se edificó la trayectoria política de Luis Bedoya Reyes y su partido elitista que desde un inicio fue una franca coladera para militantes estrictamente fascistas pero encubiertos en los parámetros derechistas y democráticos del rancio PPC.