¿Nuevos psicosociales en tiempo de elecciones?

Esto del supuesto enfrentamiento armado entre bandas de peruanos y venezolanos también tiene trasfondo y proyección política.

Hace semanas que circulan vídeos y fotos que dan cuenta del nivel de ferocidad entre lúmpenes de ambas nacionalidades dentro del Perú. Son hechos reales pero adulterados para forzar realidades ficticias como asesinatos por venganza o crímenes seriales. Obviamente existe un clima de brutal violencia en las calles pero esto no debe mezclarse con el tratamiento trucado que se le pretende dar desde las sombras para generar zozobra, xenofobia y caos.

La criminalidad no reconoce banderas ni se sujeta a particularidades nacionales. El lumpenaje armado convertido en sicariato no responde a contextos culturales determinados. El móvil, por lo general, suele ser económico e irracional en cualquier región. La violencia sistemática crece y el sistema de justicia no solo es incapaz de frenar asesinatos flagrantes, sino que termina siendo cómplice por acción u omisión.

Entonces, ¿quién o qué sectores estarían interesados en difundir fake news por redes sociales para incentivar este alarmismo? ¿Estamos ante un nuevo psicosocial? ¿Quiénes ganan con un clima de xenofobia exacerbado? ¿Quiénes proponen «mano dura», «militares a las calles», «pena de muerte», «fusilamientos», «servicio militar obligatorio», etc., como mágicas recetas a la inseguridad social? ¿Quiénes se benefician del miedo que exige «más control y vigilancia» en las calles? ¿Son casuales estas «noticias» en tiempos de campaña electoral?

¿Unidad y consecuencia?

Es «curioso» (por decir lo menos) ver que por enésima vez las «izquierdas» (así, en plural y entre comillas) van separadas en los comicios presidenciales. Y ya no se ven diferencias ideológicas de fondo en cuanto a táctica y estrategia y menos aún sobre posicionamientos respecto del poder y la revolución, sino que dejan aflorar amagos de ambición y frío calculo electorero o alianzas interesadas e inconsecuencia teórica.

En aspectos cruciales de forma y fondo en el quehacer político se acercan muchísimo a la derecha más rancia y recalcitrante (¿convertirse en lo que juraron destruir?). Y no es que nos interese algún purismo principista o las vaguedades abstractas del correctismo sectario e intrascendente, pero al menos se espera cierto equilibrio entre lo programático y lo concreto.

Cierto es que en política nada es blanco y negro, y que es menester saber leer la escala de grises, pero tampoco es dable levantar consignas populistas cuando por debajo se deja que la pauta la marque la Confiep o los apetitos de los propios (eternos) jerarcas izquierdosos y populacheros empecinados en la repartija antes que la transformación social.

Foto: El Comercio

Vacunagate o pescar a río revuelto

En medio de esta nueva crisis, es claro que habrá quienes busquen pescar a río revuelto. Desde la tríada fujimorista y ultraderechista (Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País) se ha venido diciendo, con furibunda insistencia, que Sagasti es la continuación exacta de Vizcarra y que ambos gobiernos acusados de «progresistas» y «caviares» (en realidad: neoliberales indolentes) son equiparables con cualquier etiqueta de «izquierda» o incluso «comunista».

Estas acusaciones aberrantes encuentran eco en el resto de corifeos de la derecha recalcitrante (Alianza Para el Progreso, Podemos Perú, Victoria Nacional, PPC, Acción Popular, etc.) y entre todos hacen un festín populista señalando que esto desnuda a la «izquierda caviar corrupta».

Que no nos sorprenda que ahora se intensifique el «terruqueo» para decirle al país despolitizado y desesperanzado que solo un gobierno de «mano dura» (ultraconservadurismo y autoritarismo social con ultraliberalismo económico) podrá «poner fin» a esta nueva megacorrupción. Incluso piden la vuelta del felón reaccionario de Manuel Merino a la presidencia del Parlamento.

A la partidocracia en campaña proselitista no le interesa la salud pública ni la justicia social del Perú. Hoy está más claro.

Fotocomposición: Cutivalú

Caja de Pandora en tiempo de vacunas

Tras la confesión forzada (cínica) de Martín Vizcarra y su vacunación privilegiada, se está destapando una retahíla de «confesiones» y renuncias de alto nivel.

Tras la salida de Pilar Mazzeti, le ha seguido Luis Suárez (ahora exviceministro de Salud Pública del Ministerio de Salud) luego de aceptar que él y miembros de su equipo de trabajo recibieron la vacuna de Sinopharm. Asimismo, ha dimitido Elizabeth Astete al Ministerio de Relaciones Exteriores, luego de admitir en un comunicado público que recibió la primera dosis el 22 de enero último, por considerarlo «un remanente del lote de vacunas a cargo de la Universidad Peruana Cayetano Heredia».

Y conforme pasen las horas y días, iremos viendo más casos de este escándalo de uso y abuso de poder de funcionarios públicos, que no solo merece el repudio colectivo sino un debido proceso de investigación y sanción correspondiente. Así es la corrupción en las élites políticas: no importa si el país entero se desangra o asfixia, primero están sus intereses y privilegios.

Renuncia Mazzetti: Intereses políticos VS crisis sanitaria

La reciente renuncia de Pilar Mazzeti al Ministerio de Salud (ante una inminente censura por parte del Congreso) solo agrava más la crisis que se vive no solo en materia sanitaria y socioeconómica en general, sino en cuanto al manejo y distribución técnica de las vacunas que van llegando al Perú.

Esta nueva tensión Ejecutivo-Legislativo no es por luchas anticorrupción o transparencias democráticas como pretenden hacernos creer ciertas bancadas oportunistas, sino por cálculos y presiones políticas.

Que Vizcarra usó sus privilegios políticos favoreciendo intereses particulares de espaldas a un proceso crítico y complejo sobre la salud pública, no está en duda. Que este aprovechamiento cínico podría traerle consecuencias judiciales y hasta penales, es altamente probable. Pero que este tema (sujeto a investigación y sanción correspondiente) no sea el nuevo caballito de batalla de las hordas parlamentarias con vocación golpista y sus miserables cajas de resonancia mediáticas.

En resumen: los intereses políticos de la partidocracia elitista (gobierno y oposición) siempre están por encima del dolor y la necesidad popular.

Foto: The San Diego Union Tribune

Cuando un meme puede convertirse en política de Estado

La propaganda gráfica donde se ve a los candidatos presidenciales Rafael López Aliaga, Hernando De Soto y a un joven mirándole el trasero al primero ante la «sorpresa» del segundo, es mucho más que un meme ridículo y vomitivo. Se trata de una estrategia de comunicación coloquial que desde lo «gracioso» pretende conectar con lo popular en Perú.

Este meme publicado por «Jóvenes Celestes» (parte de los mal llamados «provida», en realidad son ultraconservadores, antifeministas y reaccionarios) podría inscribirse dentro del fenómeno comunicativo de la alt-right gringa que inició como un montón de ultraderechistas incels y racistas acomplejados jugando con memes y burlas políticas en foros y chats hasta crecer como base social votante de Trump, con nexos expansionistas a nivel global. Hoy estas hordas están compuestas por fascistas, neonazis, evangélicos y católicos fundamentalistas, supremacistas, ultranacionalistas, hispanistas, ultraliberales (mal llamados «libertarios»), odiadores, misóginos, etc., todos conviviendo entre lo hediendo y ponzoñoso de sus «ideas».

En política nada es casual o inofensivo. Todo tiene un trasfondo de poder y hegemonía. La propaganda publicitaria en redes sociales es vital y táctico. Hoy se juega con otros valores y códigos informativos que pretenden hacer más «digeribles y populacheros» a candidatos reaccioarios como López Aliaga (o De Soto) quienes claramente pertenecen a una élite oligárquica ajena al quehacer popular.

No subestimemos el bum de los memes y su impacto inmediato en una sociedad despolitizada e indiferente como la nuestra. Lo que hoy nos parece «idiota, inofensivo y risible», mañana puede convertirse en políticas de Estado empeorando lo mal que ya estamos. El actual Parlamento que tenemos es un botón de muestra de esta espantosa posibilidad.

TC declara inconstitucional ley de devolución de la ONP

El Tribunal Constitucional acaba de determinar que la ley aprobada a insistencia del Congreso para el retiro (o devolución) de aportes de la ONP es insconstitucional. Esta medida solo reafirma una odiosa obviedad: Los congresistas saben que no tienen facultades de crear o aumentar gasto público y aún así aprueban una norma que siempre pintó como fuera del marco constitucional.

Se jugó (se está jugando y se seguirá haciendo) con las esperanzas y la necesidad económica de tantísimos trabajadores que se precarizaron aún más en esta pandemia y veían como un pequeño alivio el retiro de un monto mínimo (una UIT) de los aportes de años. Ahora se generará una nueva tensión contra el TC y el Ejecutivo, mientras el Legislativo se lava las manos de su populismo contraproducente.

Todo este artilugio demagógico que agrava más la tragedia social solo esconde la responsabilidad del Estado en su rol de iniciar, implementar y profundizar una verdadera reforma del sistema de pensiones para conseguir una jubilación digna o una vida laboral estable y acorde al costo de vida que nos impone el neoliberalismo.

Volvemos a la cuarenta total

¡Nuevamente a cuarentena total!

Varias regiones (incluida Lima metropolitana) vuelven al confinamiento (del 31 de enero al 14 de febrero) como la medida más facilista que otra vez vulnera la precarizada economía de millones de trabajadores que viven del día a día en las calles, mientras defiende los intereses de las grandes cadenas de consumo.

Otra cuarentena y sin visos de bono o respaldo económico. Encerrados sin trabajo, con hambre, ansiedad y miseria. Mano dura (todos encerrados en casa) sin criterio humanitario es igual a recrudecer la crisis socioeconómica, e incluso, sanitaria.

Repetimos la historia. Ya vimos y sufrimos una cuarenta que no frenó la ola de contagios. Ya estuvimos dentro del «la culpa es de la gente» para cubrir a un Estado ineficiente, reaccionario e indolente.

De Vizcarra a Sagasti o de mal en peor

Lo que empezó con Vizcarra se ha profundizado con Sagasti.

Sigue siendo un desastre el manejo de la salud pública en medio de la pandemia. Los sosos y enrevesados mensajes del Ejecutivo no ayudan a discernir sobre qué medidas tomar desde el criterio personal a partir de las «nuevas» políticas nacionales sobre lucha anti-covid.

El desconcierto colectivo se mantiene debido al bombardeo mediático de una y otra cosa (segunda ola, nueva cepa, variante británica, diversas vacunas pero que ninguna llega a Perú, etc.) y crece aún más por los reiterados agravantes (inexistencia de camas UCI, especulación en el precio de los balones de oxígeno, hospitales desbordados y faltos de logística mínima, clínicas lucrando a mansalva, personal médico desgastado y vapuleado, etc.).

El trasfondo de este nuevo recrudecimiento sigue siendo el aspecto económico para el Estado. Pese a la evidente alarma, desde un inicio se buscó no afectar las cadenas de consumo en los supermercados, emporios comerciales y bancos (alentando cínicamente las aglomeraciones y focos de contagio). Y luego la atención criminalizadora se centró únicamente en los tumultos de comercio ambulatorio informal. Es claro que el neoliberalismo condena dicha «informalidad» porque excede sus fauces tributarias pero alienta el gran negocio «formal» que ve cifras y clientes, pero no seres humanos.

Y como cereza del pastel están los fake news trasnochados de los antivacunas y los sesgos conspiranoicos con cero criterio científico pero apoyándose en especulaciones irracionales de supuestos expertos o experiencias personales, que generan más zozobra y desconcierto. Vamos mal.

El sueño americano estalla en el rostro de EE.UU.

Lo que está ocurriendo ahora mismo en los EE.UU. parece surrealista pero no lo es. Los seguidores y partidarios de Trump han tomado por asalto el Capitolio (Washington), azuzados por su propio líder quien se niega a reconocer su reciente derrota electoral. Sin duda, esto es un hecho histórico, histérico y muy peligroso.

Se está transmitiendo en vivo el ataque de una horda ultragresiva muy bien preparada bajo parámetros ultraderechistas e incluso (para)militarizados. Este hecho se da justo cuando el Senado ratificaba el triunfo de Joe Biden en el Colegio Electoral, y los demócratas obtenían la mayoría del Senado con un triunfo doble en Georgia (actos simbólicos que el ala dura del republicanismo, en alianza con supremacistas, alth-rights, ultranacionalista y fascistas, no quiere tolerar).

Llama muchísimo la atención este ataque en masa a instalaciones públicas de primer orden en el corazón del país que se precia de poseer la mejor capacidad de respuesta en salvaguarda de su seguridad. ¿No estaban al tanto de esto las fuerzas policiales? Trump y sus seguidores vociferaban sin tapujos sus intentonas antidemocráticas durante semanas, ¿y nadie previó lo de hoy?

¿Y las FF.AA., la Guardia Nacional, el FBI, la NSA, la CIA, qué papel juegan? ¿Flagrante irresponsabilidad u omisión cómplice, ambas con carga penal? ¿Cómo habría reaccionado la seguridad norteamericana si estos hechos eran obra de Black Lives Matter, Antifa, Black Block o movimientos de inmigrantes?

Es cierto que este atentado no llega a ser un golpe de Estado (carece de respaldo público de las propias FF.AA. o de gobiernos extranjeros), pero preocupa el tratamiento político que se le está dando a este momento con las demoras esquivas en cuanto a la respuesta policial que en otros contextos ya habrían actuado sin contemplaciones.

Queda claro que este asalto al Capitolio es el reflejo de la acumulación de fuerzas sociales desde la ultraderecha que se siente envalentonada para irrumpir y destruir. Esto excede la diplomacia política y se configura como un escenario crítico con el resurgimiento del fascismo de masas que no reconoce los moldes institucionalistas liberales y busca imponer su marco político reaccionario.

Veremos qué dice el Grupo de Lima o la Unión Europea, que siempre han sido adictos al imperialismo gringo para criminalizar actos de violencia como «exclusividad comunista».