Este caso es un importante precedente en nuestro país. La lucha constante de Ana Estrada Ugarte para decidir sobre ella misma y poner fin a su vida a través del procedimiento técnico de la eutanasia, es un claro ejemplo de defensa irrestricta de la libertad individual como derecho humano frente a la maquinaria oscurantista que opera a través del Estado y los sesgos ultraconservadores de ciertos grupos de poder.
Como se sabe, cuando Ana tenía 12 años le detectaron una enfermedad degenerativa llamada polimiositis. Aún así logró estudiar Psicología y trabajar hasta que esta condición le quitó esas posibilidades. Actualmente, apenas puede moverse, pues se encuentra en un estado de dependencia muy alta, con 20 horas al día postrada en cama.
Tras años de batalla legal y mediática para que se reconozca su caso, ahora el Décimo Primer Juzgado Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima ha ordenado al Ministerio de Salud y a EsSalud respetar la decisión de poner fin a su vida.
La vida no solo consiste en la función biológica básica de respirar y moverse o en la inercia del estímulo y reacción, sino en la más mínima calidad y garantía de estabilidad y desarrollo emocional y social. La vida no es un factor descartable y fríamente cuantificable (bajo el criterio de los «provida») sino el estadío mismo que se forja en y por la libertad, racionalidad y humanidad plenamente entendidas.