Un Colegio para los que no existen

¡cuando veo la cara de este pueblo

hasta la vida me queda grande!

Manuel Scorza

Luego de dos años de aislamiento, y recibiendo clases a nivel virtual, más de 4 millones de estudiantes de colegios públicos retornaron a sus colegios. Se generó mucha expectativa. Es más, desde que el Ministro Serna anunció el inicio de clases presenciales, la prensa ha venido publicando los testimonios del propio alumnado, quienes expresaban la alegría que sentían por volver a jugar con sus amistades, por volver a ver a sus profes, por volver al patio del cole, en fin.

Sí, volver al lugar donde se juega, donde están las primeras amistades, donde se aprende de la vida, de la comunidad, del barrio, de uno mismo, genera muchas alegrías. Lamentablemente, a pesar de que el Presidente de la República se posicionó como un profesor del pueblo, a pesar de que la bancada de Perú Libre se ha posicionado como los maestros del Perú profundo, a pesar de los esfuerzos que el Gobierno desplegó para aparentar interés en la población escolar, me resulta evidente que tanto el Gobierno como la argolla política nacional no son capaces de corresponder ni la alegría ni la expectativa con la que las familias asumen este nuevo escenario.

Para empezar, de manera muy improvisada, en menos de dos meses, se anunció el regreso a clases, sin tener en cuenta el estado de los locales educativos, sin tener en cuenta la capacidad ni la disposición del propio magisterio, sin considerar la capacidad de gasto que las familias peruanas deberán enfrentar, en una coyuntura que aún sigue siendo afectada por la pandemia del COVID 19.

Sobre ello, si se tiene en cuenta los datos de la APEIM (Asociación Peruana de Empresas de Inteligencia de Mercados), del total de ingresos mensuales que recibe cada familia a nivel nacional, el 80% de estos ingresos son destinados a gastos básicos por acceso a bienes y servicios. Esto significa que, si hay alguna posibilidad de ahorro, esto solo se podría dar con un 20% de los ingresos mensuales. Claro esta, como el Perú es un país con graves problemas de desigualdad, los ingresos, los gastos y los ahorros también serán desiguales.            

Más aún, teniendo en cuenta que casi la totalidad de los ingresos mensuales que reciben las familias peruanas son destinados para cubrir los gastos básicos, es necesario considerar que la distribución de dichos gastos es bastante dispareja. Tan dispareja que, según la APEIM el 45% de los gastos mensuales familiares corresponden a cubrir los alimentos básicos diarios (no restaurantes). Ello necesariamente implica que el resto de gastos deberán reducirse; por ejemplo, los gastos en educación.

Sobre ello, según una encuesta realizada por DATUM en febrero del 2022, solamente un 11% de familias a nivel nacional tendría la capacidad de cubrir todos los gastos escolares sin dificultad, mientras que casi el 40% de familias a nivel nacional tendría “muchas dificultades económicas” para cubrir los gastos escolares. Más aún, del total de familias que envían a sus hijos/as a colegios públicos, solo el 10% podría cubrir la totalidad de los gastos; mientras que, a nivel de colegios privados, solo el 15%            

Es un escenario demasiado complejo, las economías de las familias peruanas casi que bordean un estado de sobrevivencia y bien sabemos que, en condiciones de ese nivel, la calidad de vida es un privilegio o, por lo menos, una utopía. Sin embargo, considero que hay un problema mayor que no se está considerando: la situación afectiva de la población escolar. Todos los medios de comunicación, el Gobierno, la Opinión Pública, hasta la Oposición, están pendientes del regreso a clase sin considerar en absoluto a aquellas personas que son la misma esencia del sistema escolar.

A inicios del 2020, se les dijo a nuestras infancias y adolescencias que deberán cumplir con el aislamiento obligatorio como medida de prevención contra la pandemia para luego, dos años después, sin ningún tipo de criterio, como si fueran objetos a los que hay que trasladar, se les informa, no a ellos, si no a sus núcleos familiares, que deberán regresar a clases.

Deben abrirse los colegios, por supuesto que sí. Ese no es el punto de discusión. Pero sí observo el grave problema de tener un tipo de Estado que sigue sin abandonar esta forma tan paternalista, enajenada y tan vacía de humanidad con la que gestiona el presente y futuro del propio país.

No es posible que solo algunos colegios privados, colegios que, además, encabezan la lista de los más caros del país, tengan espacios de acompañamiento, con el único objetivo de realizar una transición adecuada, en bienestar de la salud mental, física y afectiva del alumnado, cuando, en realidad, debería ser el derecho de todo escolar. No es posible que, hasta la fecha, un gran conjunto de estudiantes escolares no pueda recibir clases completas, durante los cinco días que les corresponde. No es posible que, hasta la fecha, luego de dos años de virtualidad, el Estado aún considere que “clases virtuales” equivale a una transmisión en vivo, desde el celular del docente. No es posible que aún tengamos políticos que se llenan la boca hablando a favor del pueblo cuando tenemos a nuestros escolares, a este pueblo que, por minoría de edad, ni siquiera son tomados en cuenta.

Si a alguien le debemos, es a ellos, a ellas, a los más ninguneados, a quienes, en unos años, se les obligará a insertarse en un sistema que no les pensó, a quienes, en unos años, se les obligará a votar por una representación nacional, que, probablemente, no les representará. A quienes, en unos años, se les reprochará el porqué de sus decisiones, siendo estas, el resultado de todo lo dicho en estas breves líneas. Este escenario puede cambiar y ello solamente dependerá del compromiso que tomemos colectivamente a favor de nuestras propias familias y de nuestro propio país.

Foto: Drel

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