Crónica de una vacancia anunciada

Todo va saliendo según el plan diseñado por la ultraderecha. El Ejecutivo nunca tuvo un plan de respuesta, he ahí la diferencia.

Lo que está viviendo el Perú en este momento es el colapso de un proyecto que nació muerto. Se tuvo la oportunidad histórica de generar un quiebre en la institucionalidad política del país y no solo se desperdició sino que se ayudó a petardearlo al compás de la agenda golpista de la reacción.

Y en medio del caos y la incertidumbre, ya salen los sectores de la socialdemocracia y el liberalismo «democrático» a secundar las chillidos de la derecha. Aquí no se trata de defender lo indefendible (un gobierno continuista y neoliberal como el de Castillo) sino de tener mejor lectura política y saber jugar en el tablero de ajedrez de este proceso. Hoy se le entregó el país, en bandeja de plata, a la oligarquía de siempre. Y de eso no se retorna, lamentablemente.

Mientras que mucha gente bromea con eso de que Dina Boluarte será o ya es la primera presidenta del Perú (algo que nunca lograron Keiko Fujimori, Lourdes Flores o Mercedes Aráoz), lo cierto es que estamos ante una nueva marioneta de la ultraderecha.

Ella «gobernará» el plazo breve que los dueños del país lo permitan, ella hará lo que el amo empresarial diga, ella cumplirá «democráticamente» la agenda reaccionaria de la oposición hasta que llame a nuevas elecciones generales donde, una vez más, será la oligarquía y su partidocracia quien gane y tome el poder absoluto en el país.

CASTILLO DISUELVE EL PARLAMENTO

Pedro Castillo, mediante un mensaje a la Nación, anunció la DISOLUCIÓN del Congreso de la República, además de la reorganización de la Fiscalía y el Poder Judicial, la convocatoria a elecciones parlamentarias y el toque de queda a partir de hoy.

Al instante, el comandante general del Ejército, general EP Walter Córdova Alemán, presentó su carta de renuncia al cargo y su solicitud de pase al retiro, al ministro de Defensa, Gustavo Bobbio. Se han sumado en las renuncias ya hasta tres ministros bajo argumentos «principistas» y «democráticos».

Si la crisis nacional estaba muy crispada, ahora se vienen tiempos de extrema convulsión. La ultraderecha se relame las fauces, ahora los golpistas llaman «golpista y dictador» a Castillo. La calle deberá responder con urgencia. Pero no hay bases populares que respalden a este gobierno que se ha puesto de espaldas a sus propios votantes.

De momento todo está servido para que la ultraderecha vuelva a tomar el control absoluto del país. Empieza el festival de renuncias ministeriales (y de otros cargos públicos cercanos a Castillo). Bajo argumentos «democráticos» (falacia política en clave oportunista) ya son varios los que están abandonando el barco gobiernista. Esto seguirá creciendo bajo la premisa de salvar sus propios cuellos y bolsillos.

Castillo buscó adelantarse a la vacancia inminente que le tenía preparado el Congreso. Pero de momento todo indica que ha sido una jugada torpe. Ha disuelto el Legislativo sin argumento constitucional aparente. Ahora vendrán interpretaciones juristas pero el poder mediático está trabajando en dejar claro que Castillo es «dictador, usurpador y corrupto».

Castillo les ha dado mayores argumentos a sus enemigos políticos para aplastarle a los ojos impávidos de un país que sigue en la incertidumbre político-social. La ultraderecha usará y abusará de este episodio para enterrar cualquier posibilidad de cambio desde la izquierda. El impacto histórico a mediano y largo plazo será terrible

Cuestión de confianza y pugna de poderes

Un botón más de muestra de la pugna de poderes (Ejecutivo vs Legislativo) en Perú. Ahora, el primer Ministro, Aníbal Torres, pide cuestión de confianza al Parlamento para la derogatoria de la Ley 31399 (aprobada en enero y que reafirma que toda iniciativa de reforma constitucional que se someta a referéndum debe pasar previamente por el Congreso), dejando en shock al bando golpista en ese recinto político.

Y al instante, los esbirros de la prensa corporativa entrevistan a voceros de la (ultra)derecha para decir que tal pedido de confianza es una simple, aunque astuta, jugada de Castillo para contrarrestar el ataque de la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales que admitió la denuncia de la Fiscal de la Nación (que pinta como inconstitucional). Desde la oposición dicen que el ministro Torres incurre en un «imposible jurídico» y que el Ejecutivo está iniciando el proceso de cierre del Congreso.

Luego, estos mismos noticieros reaccionarios hablan de un «afán de golpe de Estado» por parte de Castillo (y lo comparan, por enésima vez, con Hugo Chávez y Evo Morales) para «usar el referéndum y perpetuarse en el poder». Esto es cinismo puro y duro, sabiendo que es más que evidente la agenda golpista de la ultraderecha peruana (Congreso, prensa, Fiscalía de la Nación, empresariado, etc.) para retomar el poder del Estado y el control absoluto del país (que lo tuvieron desde los inicios de la república).

El trasfondo inmediato de la oligarquía peruana es cortar cualquier posibilidad de avance social hacia una ruta que desemboque en una Asamblea Constituyente. Y el enfoque a mediano plazo es la desarticulación a cualquier nuevo intento de reagrupamiento popular desde la izquierda para quebrar el rumbo de la historia nacional. Y el gobierno en ese sentido contribuye, directa o indirectamente, con quienes cree que son sus enemigos políticos.

Foto: Huaral.pe

Hipocresía parlamentaria

Castillo empezó su discurso con referencias directas a los «sectores más conservadores que no quieren que el país cambie y que nunca reconocieron su legítima derrota electoral». Luego señaló el rol de la prensa y su papel desestabilizador y cómplice de las campañas golpistas.

Fue en ese contexto en que una tal Norma Yarrow (y otros esperpentos más de la ultraderecha) hacen un chillido de intolerancia para mostrar toda su ponzoña recalcitrante y reaccionaria. Y pretenden vendernos esto como «indignación democrática». A otro perro con ese hueso.

El fujimorato (junto a sus esbirros y mutaciones) nuevamente chillando desde el Parlamento y acusando de «corrupto» a Castillo al final de su discurso y exigiéndole su renuncia. O sea, los dueños absolutos de la corrupción en el Perú buscando desviar la atención hacia otro actor político. Los herederos y defensores del megacorrupto y exdictador que renunció miserablemente por fax, ahora se pintan de «democráticos y decentes»… ¡No jodan!

Y si Castillo es responsable de algún delito, pues que se pruebe y se sentencie luego de un debido proceso. Pero que esto no sirva de caldo de cultivo para intentonas golpistas y nueva entronización política de los oligarcas de siempre.

Foto: Infobae

La peligrosa ultraderecha al acecho

Los procesos electorales en Perú nunca son aburridos: Dan giros y movimientos, muchas veces, impredescibles. Aunque por lo general se impone eso del «mal menor» y al final terminamos con gestiones del montón (más del mismo contubernio derechista con diferentes peones pero con la misma estrategia de defender a la reina Confiep).

Sin embargo, esta vez pinta un poco más agitado. ¿Imaginábamos que una opción peor que el fujimorato tendría opciones reales de poder? A la base económica ultraliberal y mercantilista (fujimorismo transversal o neoliberalismo peruano) agreguémosle un marco abiertamente ultraconservador en lo social (que no se ruboriza de mostrar su fustán fascista y cavernario). Tenemos un modelo violentamente antiderechos y enemigo de toda disidencia.

Es cierto que la idiosincrasia peruana nos dice que aquí los extremos siempre son bienvenidos, pero esta vez tenemos una posibilidad ultra que usa el descontento social para asegurarle los privilegios a la elite criolla que representan. Y el factor religioso es una carta que están usando con efectividad, incluso a niveles demenciales pero con resultados positivos.

La coyuntura no da para tibiezas ni indiferencias individualistas (subjetivismo sobreideológico). El costo de lo que se nos viene, podría ser muy alto.

Foto: El Comercio

El sueño americano estalla en el rostro de EE.UU.

Lo que está ocurriendo ahora mismo en los EE.UU. parece surrealista pero no lo es. Los seguidores y partidarios de Trump han tomado por asalto el Capitolio (Washington), azuzados por su propio líder quien se niega a reconocer su reciente derrota electoral. Sin duda, esto es un hecho histórico, histérico y muy peligroso.

Se está transmitiendo en vivo el ataque de una horda ultragresiva muy bien preparada bajo parámetros ultraderechistas e incluso (para)militarizados. Este hecho se da justo cuando el Senado ratificaba el triunfo de Joe Biden en el Colegio Electoral, y los demócratas obtenían la mayoría del Senado con un triunfo doble en Georgia (actos simbólicos que el ala dura del republicanismo, en alianza con supremacistas, alth-rights, ultranacionalista y fascistas, no quiere tolerar).

Llama muchísimo la atención este ataque en masa a instalaciones públicas de primer orden en el corazón del país que se precia de poseer la mejor capacidad de respuesta en salvaguarda de su seguridad. ¿No estaban al tanto de esto las fuerzas policiales? Trump y sus seguidores vociferaban sin tapujos sus intentonas antidemocráticas durante semanas, ¿y nadie previó lo de hoy?

¿Y las FF.AA., la Guardia Nacional, el FBI, la NSA, la CIA, qué papel juegan? ¿Flagrante irresponsabilidad u omisión cómplice, ambas con carga penal? ¿Cómo habría reaccionado la seguridad norteamericana si estos hechos eran obra de Black Lives Matter, Antifa, Black Block o movimientos de inmigrantes?

Es cierto que este atentado no llega a ser un golpe de Estado (carece de respaldo público de las propias FF.AA. o de gobiernos extranjeros), pero preocupa el tratamiento político que se le está dando a este momento con las demoras esquivas en cuanto a la respuesta policial que en otros contextos ya habrían actuado sin contemplaciones.

Queda claro que este asalto al Capitolio es el reflejo de la acumulación de fuerzas sociales desde la ultraderecha que se siente envalentonada para irrumpir y destruir. Esto excede la diplomacia política y se configura como un escenario crítico con el resurgimiento del fascismo de masas que no reconoce los moldes institucionalistas liberales y busca imponer su marco político reaccionario.

Veremos qué dice el Grupo de Lima o la Unión Europea, que siempre han sido adictos al imperialismo gringo para criminalizar actos de violencia como «exclusividad comunista».