Más de 8,000 policías serán desplegados en la ciudad ante el anuncio de la tercera ‘toma de Lima’

El general de la PNP Víctor Zanabria explicó que el contingente policial se desplegará en las inmediaciones del centro histórico de Lima y en las vías de acceso a la ciudad, incluida la Carretera Central.

Más de 8.000 efectivos policiales estarán desplegados en varios puntos de la capital el 19 de julio, día en el que se producirá una nueva movilización contra el gobierno de Dina Boluarte: la denominada tercera ‘Toma de Lima’. Así lo dio a conocer este jueves el general Víctor Zanabria de la PNP, Jefe de la Dirección de Orden y Seguridad de la Policía Nacional.

Un plan operativo preventivo tendrá en cuenta los ingresos por los conos de la ciudad , la Panamericana Norte , Sur y la Carretera Central .

El General Zanabria señaló que con base en información de inteligencia se espera que una pequeña cantidad de personas se movilicen , sin embargo, explicó que el despliegue policial es para prevenir la delincuencia durante la marcha del próximo mes.

“Se espera un número reducido de manifestantes, pero un alto nivel de violencia. Por eso se despliegan tantos policías para evitar la violencia contra la población y contra la propiedad pública y privada, « declaró.

“En cuanto a la contención de disturbios, tenemos capacidad para controlar a más de 20.000 o 30.000 manifestantes en Lima”, agregó.

“[Los policías] no solo han recibido entrenamiento técnico y táctico de control de disturbios, sino del uso de la fuerza y derechos humanos; que han sido una de las cuestiones que han sido llamadas de atención por las organizaciones gubernamentales que han evaluado la conflictividad social”, precisó Zanabria.

Fuente : RPP

Alcalde de Lima confirma que no permitirá que nadie tome la capital

tercera toma de lima


Insistió en que otras marchas, como las marchas del «Orgullo», no serían un problema porque son pacíficas.
El alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, hace un recuento sobre la presidencia de Dina Boluarte tras el fallido golpe de Estado de Pedro Castillo hace ya 6 meses atrás. El alcalde señaló las dificultades que enfrentaron por las manifestaciones y los huaycos.

“Le surgieron varios problemas. Primero le llegaron los huaycos; luego las marchas. Nuestro equipo tuvo que reconstruir Lima. Eran 20 millones de soles para reconstruir Lima, con la famosa ‘Toma de Lima’. (…) Su gestión me parece bastante efectiva, al menos en cuanto a mi competencia», declaró en conversación con el programa ‘Edición Especial’.

“El Centro Histórico de Lima es intangible. Le hemos dado un arma a la Policía Nacional y al Serenazgo para detener y armar carpetas fiscales contra aquellas personas que atenten contra la seguridad y la paz ciudadana. No vamos a permitir ninguna ‘Tercera Toma de Lima’, esto lo adelanto”, indicó.

López Aliaga concluyó que no habrá dificultades con otras marchas, como la del “orgullo”, ya que son marchas pacifistas . “El tema de tomar Lima, como lo han hecho en los últimos meses que destrozan la ciudad, no lo vamos a permitir”, agregó.

Fuente : Lima Gris

Una república fallida sobre la sangre de su gente

Lo que ocurre en Perú ya ha sobrepasado los límites antes impuestos por los propios gobiernos neoliberales que padecemos, al menos en los últimos 20 años.

Desde las jornadas de diciembre hasta la fecha ya contamos con un promedio de 50 asesinados por balas policiales (muchos de ellos con proyectiles «dum dum»). Hemos tenido jornadas trágicas en Arequipa, Andahuaylas, Cusco, Ica, Ayacucho y ahora en Juliaca. La respuesta del Estado sigue siendo la misma: sangre y fuego contra las protestas sociales.

Desde un marco democrático e institucionalista (que tanto defiende la élite peruana) tenemos una retahíla de violaciones a los derechos humanos y garantías constitucionales contra la población movilizada. Vemos con estupor cómo es que el Estado peruano solo atina a responder con represión criminal antes que buscar la prevención del conflicto social. Es evidente el fracaso del modelo económico pero también de la estructura política sobre la que se sienta las bases de una república fallida que nunca entendió su composición sociológica ni su complejidad cultural.

Arribamos a una conflictividad que no es nueva sino que es el desborde del cúmulo de décadas de postergación y extrema marginación. Hoy estalla un pedazo de territorio que fue fragmentado desde el inicio, que nunca dejó de ser colonia y que jamás se liberó del yugo oligárquico. Los pueblos del interior solo responden ante la impunidad del manejo del país a manos de una minoría que detenta el control absoluto desde los poderes del Estado.

Y es tanta la arremetida de los nuevos y viejos actores de la ultraderecha que nos han llevado a un escenario de derrota segura y permanente, donde cualquier posible «salida» a la crisis termina siendo funcional a sus intereses. ¿Renuncia de Dina Boluarte? ¿Adelanto de elecciones? ¿Cierre del Congreso? ¿Que se vayan todos? ¡Sí! ¿Y luego qué? El panorama inmediato, si es que se cumplen esas demandas, no sería mejor que el ya tenemos. ¿La izquierda hoy tiene capacidad de articular y capitalizar todo el desborde popular? ¿Hay forma de aterrizar sobre tensiones subjetivas hacia la izquierda todo el estallido objetivo que estamos viendo?

Tenemos una efervescencia de gran escala que ha desembocado en acción directa de masas. No es como desde el poder burgués (o sus ecos socialdemócratas) dicen de que se trataría de grupúsculos marginales actuando al margen de la protesta «ciudadana». Más allá de los infiltrados (operadores policiales de «inteligencia») que evidentemente están «camuflados» entre el pueblo enardecido, no subestimemos la capacidad de lucha de los abajo. Hay descontento traducido en confrontación al poder de turno y que debería canalizarse como capacidad política de la clase obrera en alianza con el movimiento popular.

Ahora queda seguir empujando el curso de la historia hacia escenarios de mayor alcance. Es urgente seguir dispuntádole la calle a la represión policial y desde la propia dinámica de la lucha de clases buscar romper la hegemonía sociocultural de la burguesía y sus operadores políticos. La dictadura de la Boluarte caerá, eso es seguro. Y debemos preparar la ofensiva para el siguiente escenario de lucha. Este es un proceso, con avances y reveses, que no se debe abandonar ni subestimar.

Apuntes sobre la reciente «Toma de Lima»

Sobre la movilización de hoy, denominada «La toma de Lima», habría que comentar que:

– A diferencia de las marchas o pasacalles organizadas por la (ultra)derecha, hoy sí se vio a sectores populares articulados en torno a pliegos de reclamos de carácter urgente. Se movilizaron gremios sindicales, federaciones obreras, frentes regionales, comités vecinales, asambleas campesinas, coordinadoras estudiantiles, etc. Aunque mezclados con sectores variopintos y «peculiares» (reservistas, antivacunas, etc.), se pudo sentir un conglomerado que salió más allá de una simple defensa irrestricta del gobierno (como señala la prensa) buscando tensar el momento en busca del desarrollo de las demandas sociales que exigen mayor presupuesto a sectores estratégicos de la economía nacional (para superar el período de crisis en ciernes), así como el cierre del Congreso golpista o incluso la necesidad de una asamblea popular constituyente que refunde la nación por fuera del marasmo neoliberal actual.

– Por supuesto que un panorama de movilización popular no estará exento de ser «aparateado» por un gobierno vapuleado por sus enemigos políticos. Es así que desde el Ejecutivo se buscó la injerencia abierta en la marcha de hoy, a través de sus operadores y voceros sociales. Esto con el objetivo de contrarrestar la polarización mediática contra la actual gestión de Castillo. Nuevamente se pretende extender una dicotomía beligerante desde las élites. La actual lucha de poderes (Ejecutivo – Legislativo) no tiene al pueblo como elemento central ni como bandera de combate, sino como chivo expiatorio o furgón de cola. Desde la oposición golpista y reaccionaria se busca llevar al país al borde del abismo (en materia sociopolítica e incluso económica) y desde el oficialismo entrampado se pretende dar un paso hacia adelante, en esa pésima dirección.

– El factor de la violencia que —una vez más— ha exacerbado la prensa corporativa como único arista a destacar en la movilización de hoy, es el largo guion que cumple el poder mediático como papel activo dentro de la agenda golpista. El tratamiento noticioso hoy fue diferente. No hablaron de «ciudadanos movilizados», ni de «pueblos indignados» frente al abuso o corrupción del poder de turno (como sí lo hicieron con los pasacalles de la ultraderecha), sino de agresiones contra ciertos periodistas de «medios democráticos». Nuevamente el monopolio de la violencia está en manos de quienes moldean la opinión pública y no hacen reparos en mostrar contenido sesgado con arbitrariedades evidentes.

– El Perú sigue inmerso en un período de crisis estructural. El país continúa sumido en una vorágine de incapacidad política y seguidismo neoliberal. Las disputas por cuotas o control absoluto del poder han desvanecido el interés inicial por reformas sociales en los que los sectores populares depositaron su confianza. Hoy tenemos a la misma élite ensimismada en no perder el botín, mientras el descontento general sigue creciendo y volviéndose caldo de cultivo de plataformas oportunistas que podrían ser mucho peor de lo que ya estamos padeciendo.